1ero de Mayo: la diversidad
es nuestra revolución
es nuestra revolución
Romina V. De Lorenzo
Pasamos marzo, el ‘lunes’ de cada año, mes de agrandamientos, proyectos que se inician, motivaciones -en teoría- arrancando. Sin embargo, llega con más frecuencia la consulta por un agotamiento que no se compensa con vacaciones, con pausas, con descansos, con findes XXL. Las vacaciones, los recreos de fines de semana no alcanzan…. la palabra “quemado/a” y sus sinónimos se vuelven frecuentes.
En un contexto donde la sobreocupación, el cansancio por exceso de trabajo y la agenda “a tope" están sobrevaluados, desde MUVON queremos retomar ciertas preguntas que marquen nortes saludables en los espacios de trabajo, que no solo sostengan salud, sino que la promuevan.
Siempre nos resultó atrapante la pregunta desde la que trabajaba Dejours (2009) cuando se cuestionaba “¿Cuáles son las condiciones que tornan posible que el trabajo sea fuente de placer y fuente de salud?” (p. 88) y queremos partir desde allí en este intercambio. En nuestras palabras, nos interesa preguntarnos ¿Cómo garantizar que nuestra llama, nuestro deseo, encienda y no nos incendie? A ello apostamos, promoviendo otras formas que -sin eyectarnos del sistema- nos permitan habitar los espacios laborales más saludablemente.
Habitarlos, sí, porque aún en la actualidad la centralidad del trabajo en nuestras vidas es indiscutible: ¿Cuántas horas pasan en su trabajo? ¿Cuánto ocupa esto en sus días? ¿En sus semanas? ¿En sus mentes? ¿Cuánto incide en sus vínculos? Como verán, el gran protagonismo del trabajo en nuestras vidas genera un alto impacto en nuestra identidad y y en nuestros vínculos, como para habitarlo con malestar.
Claro está que la respuesta a nuestro interrogante principal no es sencilla, ni unívoca. En cada sujeto y en cada organización, se ponen en juego diferentes cuestiones a considerar, Pero nos interesa aportar -al menos- algunas estrategias que permitan acercarnos a responderlo. Por lo cual, retomando los factores enunciados en un artículo anterior (Giuliani, 2022) pensaremos recursos para sostener la llama en tres niveles: individual, organizacional y social.
A nivel individual sabemos que la satisfacción laboral suele lograrse por la motivación, la posibilidad de generar contenido significativo o el interés por las tareas desarrolladas. Mientras más en consonancia estén nuestros valores y proyectos con los de la organización a la que pertenecemos, más posibilidades de desarrollarnos saludablemente tendremos. Buscar desafiarnos y hacerlo creativamente, puede sostener nuestra llama. Para ello necesitaremos tiempo, lo cual implica reconocer que el multitasking en el que -a veces- nos sumergimos, atenta contra la creatividad y por ende contra nuestra satisfacción y salud laboral.
Si queremos mantener la llama sin quemarnos, además tenemos que apostar a la cooperación entre pares: condición de salud mental que nos permite reconocer a los/as otras/os como semejantes y hacer trama que (nos) sostenga frente a ciertas frustraciones, desafíos o contratiempos, tanto personales como organizacionales.
Dicho lo cual, cada persona deberá evaluar las posibilidades de su organización de respetar sus procesos, identificando las capacidades de los sujetos que la conforman para hacer trama; y de construir coherentemente en materia de principios y valores con sus espacios laborales, para desde allí poder decidir, sin sentir que la lógica laboral arrasa.
Claramente, propiciar salud laboral no es tarea individual, es en conjunto, con pares. Desde lo organizacional propiciar lo colectivo tendrá que ver con garantizar la trama que consolida pertenencia, sostén y salud en los equipos de trabajo.
La naturaleza, la calidad y la dinámica de las relaciones en los equipos de trabajo, tienen una responsabilidad considerable con respecto a los efectos del trabajo/empleo sobre la salud. Para que una organización de trabajo se desarrolle saludablemente es conveniente propiciar espacios internos de intercambio, discusión, revisión del quehacer y de los modos de acercarnos al mismo (Dejours, 2009). Espacios reales, coherentes con las posibilidades de cada organización, sus principios y valores. Sin dicho espacio, se corre el riesgo de volvernos organizaciones rígidas, en las cuales el vínculo se deshace y los sujetos se encuentran solos/as (aún rodeados de personas, lo cual se vuelve paradójico), se encorsetan las prácticas y es imposible que emerja la creatividad.
Si a todo esto las organizaciones suman la capacidad de reconocer la diversidad en sus espacios de trabajo, la garantía de salud de las personas que las integran se vuelve mucho más viable. Reconocer la diversidad nos permite sostener un enfoque que mejora la comprensión de la manera en que impacta la lógica laboral en cada sujeto según género, roles, estereotipos, modelos de empleos; propiciando estrategias mucho más efectivas y adecuadas para cada sujeto. Se valora a cada integrante en su particularidad. No es un número más, sino un sujeto al cual se le acompaña en sus desarrollos y posibles obstáculos.
A nivel social, debemos reconocer que estamos transitando un momento que, en base a la organización actual del trabajo, las personas se sienten en un permanente loop, sin descanso (aunque en lo real exista) en el que no se encuentra reconocimiento ni retroalimentación del quehacer para la construcción y fortalecimiento identitario. En muchos espacios sucede que se siente como si no hubiese pares: hay sujetos, pero éstos compiten -violentamente en muchos casos- en el afán de un reconocimiento individual por sobre el colectivo.
Es importante resaltar nuevamente lo siguiente: las solidaridades entre las personas dentro de una organización, el colectivo, no se disuelve espontáneamente sino que sucede bajo ciertas modalidades de managment que atentan contra los vínculos, dejando a los sujetos a solas con su tarea. Modalidades que deberíamos repensar, conforme la realidad ha ido visibilizando que atentan contra las personas y las organizaciones, naturalizando microviolencias.
Nos merecemos pensar y repensar nuestros espacios laborales, como sujetos, como empresas y como sociedad. Revisar las lógicas laborales, los supuestos que las sostienen, los vínculos que despiertan y la salud o patología que puede generar; es la primera acción para transformar los espacios que habitamos de modo saludable. Existe otra forma de trabajar y producir, sin tanto costo: material, subjetivo e interpersonal. Experiencias en todo el mundo lo están demostrando y nuestra salud lo está demandando.
En MUVON elegimos ocuparnos de hacer trama, de hilar fino en cada espacio al que nos sumamos, para construir colectivamente espacios libres de violencias, desnaturalizando prácticas que puedan dañar el tejido entre pares, propiciando prácticas saludables. Solo así podremos acercarnos a la cultura organizacional que cada sujeto merece, de modo que la llama ilumine, sin incendiar-nos.
Bibliografía:
Dejours (2009) El desgaste mental en el trabajo. Ed. Lumen, Buenos Aires.
Giuliani, P. (2022) “Cómo descifrar la relación entre salud mental y trabajo, sin perder la apuesta en el intento” Disponible en: https://www.muvon.ar/post/cómo-descifrar-la-relación-entre-salud-mental-y-trabajo-sin-perder-la-apuesta-en-el-intento