Romina V. De Lorenzo
En MUVON venimos trabajando mancomunadamente con equipos que se atreven a dar el salto y cuestionarse sus formas de hacer humor. Notamos cómo sus integrantes identifican la necesidad de espacios para repensar estas microviolencias y -colectivamente- construir espacios saludables, creciendo, enriqueciéndose; también desde el humor, el que motoriza.
Por ello, queremos compartir ciertas reflexiones que nos permiten instalar la temática en nuestros espacios, cuestionar nuestros modos de reir y apostar a sus propuestas más constructivas.
El humor, en particular el chiste, en nuestros espacios de trabajo suele ayudarnos a sobrellevar situaciones complejas, tensas. Nos afloja, nos une, convoca, permite reapropiarnos de ciertas situaciones. Ya en 1905, Freud nos decía que el chiste es la más social de todas las operaciones anímicas que tienen por meta la ganancia de placer, a por ello en nuestros vínculos entonces!
Ahora bien, ¿Qué pasa cuando ciertos chistes no se sostienen sobre la base de generar placer, sino sobre infringir daño a otras/os? ¿En qué punto algo es ‘solo un chiste’ cuando reproduce y banaliza modalidades de violencias que como sociedad buscamos erradicar? Cuando un chiste produce dolor, el posible resultado de la risa de las/os otras/os se vuelve un retroceso en la construcción de vínculos saludables...y allí aparece el freno desde nuestra ética subjetiva y colectiva.
Escogemos nominar y diferenciar estos tipos de chistes como sexistas dado que -tanto intragéneros como intergéneros- en un aparente carácter anónimo, reproducen un sistema de creencias que refleja históricas relaciones desiguales de poder y encubren una gran violencia, en términos simbólicos. Esto es clave para comprender la profundidad del chiste, pues lo entendemos como violencia simbólica. Lo es, en la medida en que reproduce identidades y patrones estereotipados mediante mensajes que generan desigualdad y discriminación en las relaciones.
Por ello, poder revisar las modalidades de hacer humor en nuestros espacios ‘hace a las cuestiones de fondo’, porque los ‘supuestos’ chistes sexistas no pueden leerse en forma aislada, como un exabrupto momentáneo, algo personal (“el/ella es así”), de momento, o generacional. Numerosos estudios dan cuenta de que son parte estructural de un discurso violento y si no los debatimos y erradicamos, gana la violencia en nuestros espacios.
En suma, es claro que el humor y sus múltiples producciones son elaborados, descodificados y entendidos a partir de un sistema de representaciones sociales sobre las que operan los estereotipos, prejuicios, discriminación de género, raza, religión, origen etc. Por ello, en MUVON apostamos a desnaturalizar ciertas actitudes de la vida cotidiana que denotan microviolencias y que están completamente normalizadas, pero que hacen mucho daño.
Apostamos a un posicionamiento ético, a partir del cual cada persona sea consciente y responsable de lo que dice. Para lo cual, poder volcarse a espacios que garanticen la autocritica, la revisión, el debate y la empatía en los equipos es clave. Nos interesan estos debates, por más minúsculos que aparenten, pues estamos convencidas/os que construir de este modo cimienta las bases de vínculos más sólidos, saludables, proactivos.
Buscamos la risa como vehículo para la acción y el cambio. Y Uds., ¿Qué esperan para dar el salto?